Adelir Antônio de Carli era un sacerdote brasileño que estaba al frente de la parroquia de São Cristóvão, en Paranaguá, una provincia de Brasil en la costa del Atlántico y había creado la Pastoral Rodoviária, un proyecto de atención a los camioneros que transitaban por la región.
Esta iniciativa era un tanto peculiar, ya que el sacerdote se elevaba en el cielo enganchado a mil globos, él era un paracaidista experimentado y sus vuelos tenían la intención llamar la atención de la gente para poder recaudar dinero y financiar la construcción de un hotel para camioneros, un lugar de descanso para los conductores de paso por Paranaguá.
Este no era su primer vuelo, ya que por ejemplo el 13 de enero de 2008 recorrió en cuatro horas los 110 kilómetros entre Ampere, en el estado de Paraná, Brasil y la ciudad argentina de San Antonio, en Misiones.
Con esto Adelir se dispuso a emprender un nuevo viaje que no se imaginaba sería el último, el 20 de abril de 2018 De Carli comenzó la nueva aventura con la ayuda de un millar de globos de colores inflados con helio y sentado sobre una silla atada los globos, sin motor alguno.
La ruta era demandante y más larga que su viaje a Argentina, partió desde la ciudad de Paranaguá, en el sureño estado de Paraná, en Brasil y su destino era Dourados, una ciudad en el Mato Grosso do Sul, cerca de Paraguay. Un viaje que le demandaría unas 20 horas.
El tiempo lo decidió debido a que quería batir el récord de tiempo volando con globos de helio que pertenece a dos estadunidenses que alcanzaron la marca de 19 horas volando con globos inflados con gas helio.
A pesar de ser un día con mucho viento, nada iba a detener al padre quien dio misa para los curiosos que fueron a despedirlo y se elevo al cielo a la una de la tarde con todo el equipo necesario, paracaídas, casco, ropa impermeable, dispositivo GPS, teléfono celular, teléfono satelital, chalecos salvavidas, traje térmico de vuelo, comida y agua.
A los veinte minutos de comenzar el trayecto, se comunicó con su equipo en tierra para informar que no había alcanzado la altura prevista pero que se encontraba bien y confiado de lograr la hazaña de vuelo.
“Gracias a Dios estoy bien de salud, con la conciencia tranquila, hace mucho frío aquí arriba, pero todo está bien”.
Tiempo después se volvió a comunicar para pedir apoyo con su GPS ya que a pesar de tenerlo consigo, no sabía cómo utilizarlo por lo que tuvieron que explicarle por radio el funcionamiento del aparato de posicionamiento.
A las nueve de la noche se comunicó con la Policía Militar cuando estaba a unos 25 kilómetros del municipio de São Francisco do Sul, en Santa Catarina, en lo que sería su última comunicación con alguien en tierra.
Se organizó una campaña de búsqueda confiando en que estaría perdido en algún lugar del trayecto y sería cuestión de encontrarlo y regresarlo sano y salvo a su hogar, sin embargo esto estaba alejado de la realidad.
El 4 de julio, 75 días después de su vuelo, en alta mar, cerca de la costa de Maricá, en Río de Janeiro, a 1.000 kilómetros al noreste del lugar de su desaparición, un barco de Petrobras encontró restos humanos.
Cuya ropa coincidía con la del sacerdote y con un estudio de ADN se confirmó su identidad y que aquel había sido su último vuelo, dejando así un hueco en el corazón de su comunidad, esto con información de Catholic News Agency.
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