A las puertas de una elección general, la sensación generalizada es que todavía no se cuenta con suficientes elementos para decidir el voto. A nivel nacional, la exposición de los candidatos no ha sido como en ocasiones anteriores debido, en buena medida, a que las reformas del 2016 a la Ley Electoral restringieron las posibilidades de financiamiento -de dinero limpio- así como el tiempo de campaña. En teoría esto es cierto, pero la realidad dice algo distinto.
A nivel local, en las elecciones municipales, sobre todo, los votantes han podido ver derroche de recursos. Las viejas prácticas no cambiaron.
Lo que no hay a nivel nacional son vallas o espectaculares como en anteriores elecciones. A falta de ello, los candidatos han recurrido a las redes sociales para darse a conocer. Los partidos tienen páginas en donde sus programas son esbozados nada más; sin profundidad. Tal vez no es necesario, porque el electorado no suele leer largos documentos que podrían proveer elementos para definir el voto. Si a ello se agrega que, de acuerdo con mediciones, buena parte de los votantes define su voto el mismo día de la elección, lo que los candidatos buscan entonces es posicionarse en el top of mind más que convencer de sus propuestas. El voto por sobresaturación.
Lo anterior fue más que evidente con la enorme popularidad que adquirió en tiempo récord el excandidato Carlos Pineda; sus videos se volvieron virales no precisamente por su contenido político, sino de entretenimiento. Otra consecuencia de las reformas ya aludidas que prohíben que los candidatos, antes de ser proclamados y en época -reducida- de campaña, puedan pronunciarse sobre los problemas que aquejan a la población.
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