México se encuentra en una zona de alta actividad sísmica, experimentando más de 15 mil sismos al año. Es decir, diariamente el suelo se mueve bajo nuestros pies más de 40 veces, pero esto no significa que se pueda predecir un temblor o que vuelva a pasar el 19 de septiembre.
La mayoría de los sismos en México tienen una magnitud menor a 4, lo que los hace imperceptibles para nosotros. Sin embargo, esto no significa que se estén experimentando temblores de forma constante, de acuerdo con la revista en línea Ciencia UNAM.
Esta realidad se debe a que México se ubica en una intersección de cinco placas tectónicas: la del Caribe, la del Pacífico, la de Norteamérica, la Rivera y la de Cocos. La mayoría de los sismos que nos afectan ocurren debido a la interacción entre las tres últimas, explica el articulo de la máxima casa de estudios de México.
Esta interacción da lugar a una zona de subducción, donde las placas de Rivera y de Cocos se deslizan por debajo de la placa Norteamericana. Esta zona de subducción abarca los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
El doctor Raúl Valenzuela Wong, del Instituto de Geofísica de la UNAM, destaca que aunque ha habido otros meses en los que también se han registrado sismos de alta intensidad, la memoria nos hace retornar aquellos que dejaron una marca más profunda en la población.
Añade que otros temblores que también tuvieron serias repercusiones en la Ciudad de México fueron el del 28 de julio de 1957 y el del 14 de marzo de 1979. El primero, conocido como el sismo del Ángel, tuvo como consecuencia la caída de la escultura del Ángel de la Independencia, ubicada en el Paseo de la Reforma.
En cuanto al segundo, afectó las instalaciones de la Universidad Iberoamericana, que en ese momento se encontraba en la colonia Campestre Churubusco.
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